el principito

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miércoles, 20 de mayo de 2015

Redacción de crónica para prensa

Como hermanos
¿Quieres tomar café en una librería?

El café y la literatura siempre han ido de la mano. No por nada, grandes escritores y las mejores ideas han estado asociadas a cafeterías y tazas del oscuro brebaje. Un ejemplo de ello es la Librería Ibáñez, donde uno y otra convergen.

“El café fue la única manera de robar un tiempo que en justicia debía pertenecer un poco a su antiguo yo”
Mundo Disco, Terry Pratchett


Foto tomada por Vannesie Bowie Pomare


Aunque estás perdida en medio del centro, intentas ocultar tu preocupación: siempre encuentras los mejores lugares donde menos te lo esperas. Pasaste por tercera vez consecutiva frente a esa caseta metálica donde una mujer, con el pelo teñido de rojo y chaqueta descocida, te observa cuando decides que es momento de cambiar un poco tu ruta. Entonces, quieres cruzar pero, en medio de la calle, se están realizando trabajos de construcción, así que debes continuar hasta encontrar la cebra. En el punto de cruce, un olor te cambia los planes.

El olor a café te susurra que debes entrar. Miras hacia arriba y ves un letrero en cursiva: “Librería Ibáñez”. Es una librería, seguro que allí no permiten comer ni beber, te preguntas. Esa idea basta para preguntarte si acaso percibiste mal el olor a café. Pero aun así, entras.

La recepcionista te recibe con una sonrisa amable y quedas maravillada por la gran cantidad de libros.  Los clientes entran y salen. De vez en cuando, uno de ellos revisa un libro y decide comprarlo. Otras veces, pregunta el precio y se va. Un hombre mayor, con traje marrón y camisa azul, dirige a los clientes hacia el libro que desean. No tardas demasiado en notar que estás en una tienda para abogados. El primer libro que tienes a la vista, Derecho constitucional en Colombia, te lleva a concluir eso. Bueno, eso y las cajas de la editorial Legis apoyadas en la parte trasera del primer piso.

-¿Solo son libros de derecho? - preguntas a la recepcionista.

- Sí. Y en el segundo piso está la cafetería.

Sonríes agradecida a la joven mujer y te diriges al lugar que buscabas con tanto ahínco. De allí proviene el olor a café, te aseguras a ti misma mientras subes las escaleras. Con cada paso que das, vas confirmando tu idea. El olor a café va aumentando, hasta llenar tu mente con el deseo de probar esa deliciosa bebida.

Llegas a la parte superior de la escalera, donde lo primero que ves es la máquina de café rodeada por un halo de humo producido por el agua caliente. Un joven se encuentra parado frente  a ella. Se mueve ágilmente, mientras saca dos tazas y vuelve a dejarlas al interior de la máquina. A su lado, una chica recoge las bebidas para llevarlas a sus clientes.

Tomas un puesto frente a la barra. Sabes que no te sentirás tan extraña por ser la única persona, sin acompañante, en toda la cafetería. Las sillas son giratorias, así que te es muy difícil permanecer quieta. Giras una y otra vez, fijándote en los detalles del lugar. Las paredes son marrones y están llenas de fotos de grandes abogados en la historia de Colombia. No te sorprendes cuando lees el nombre de Antonio Nariño y Francisco de Paula Santander en la pared.

Está lleno. Hombres y mujeres, probablemente todos abogados, vestidos elegantemente. Negro, azul claro y rosa pálido son los colores principales en la ropa de las personas allí. Miras hacia tu combinación, Jeans, blusa manga larga, chaqueta impermeable, tenis, y te aseguras que no estás tan fuera de lugar.

- Bienvenida, qué deseas.

La camarera llama tu atención. Se llama Ximena. Es una chica joven con el cabello negro ligeramente ondulado y sonrisa fácil. Lleva puesto una camisa manga larga blanca y un chaleco rojo con las palabras Café Ibáñez encima de su corazón.

Es fácil hablar con ella y lo sabes después de intercambiar dos frases con ella. Lleva tres meses trabajando allí. Le gusta leer. Quiere estudiar derecho pero entre el trabajo en la cafetería, su horario es de ocho a siete y media, y cuidar de su casa no tiene tiempo para ello. Vive lejos del trabajo y busca un apartamento un poco más cerca.

Pides un té de frutos rojos que viene servido de una forma curiosa para ti. Se trata de una jarra con las yerbas y un filtro en la parte superior. Ximena deja un reloj de arena a tu lado y te explica que debes esperar a que se acabe la arena, exactamente un minuto y medio, para hacerlo.

Mientras transcurren esos 90 segundos, a quienes preparan el café les basta para hacerlo de seis maneras distintas, inclusive. Según la elección del comensal, esta bebida puede ser una representación de Estados Unidos, Japón, Australia, Francia, Italia y Alemania.

El barista también se acerca a ti. Ese es el momento comienzas a creer que ellos s sienten mal por verte sola. No le das importancia. Igualmente, tendrás alguien que te acompaña mientras terminas tu taza. 

Él se llama Juan David. Viene de una familia caficultora y, desde que tomaba del brebaje negro cuando era un niño, sabía que seguiría el camino de ellos. Trabajó con la Federación Nacional Cafetera y se retiró después de 8 años de trabajo. Ahora estudia derecho, como casi todas la personas que trabajan en la cafetería.

Es evidente que ama lo que hace. Se nota por el brillo que hay en sus ojos mientras decora la espuma del café con figuras. No puede evitar hablar del tema cada vez que tiene la oportunidad y tu lo escuchas fascinada por la felicidad que percibes en su voz

Por la forma en que hablan de Colombia, no te sorprendes que mensualmente dediquen sus esfuerzos para promover cafés de dos sectores del país. Abril es sobre la sierra nevada de Santa Marta y Boyacá. En ese mes, ofrecen a la venta café de estos lugares y los convierten en el centro de su menú. 

Para ellos, Colombia es un país hecho para el café porque puede ser preparado en cualquier parte del país, por cualquier método y seguirá siendo uno de los mejores de tu vida. Les gusta mostrarlo. Y eso es lo que más te gusta del Café Ibañez.

Cuando te vas, tu único arrepentimiento es no haber traído un libro de tu gusto para quedarte a leerlo mientras terminas tú taza de té. Mientras bebes y observas cómo el lugar se llena –a pesar de las constantes salidas y entradas de la gente- te haces la promesa de no venir acompañada de tu mejor ejemplar la próxima vez… bueno, eso y pedir una taza de café.




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